Las dos caras de tu cerebro: la mente racional y la mente emocional
¿Sabíais que en nuestro cerebro existe una especie de dos mentes, mente racional y mente emocional que muchas veces entran en conflicto?
Todos contamos con nuestra mente racional y nuestra mente emocional. La mente racional es aquella que nos ayuda a reflexionar y a analizar las cosas que nos ocurren. Por otro lado, la mente emocional es aquella que se deja llevar por lo que siente y nos puede hacer actuar de una forma más impulsiva y espontánea.
Como os podéis imaginar, ambas mentes son necesarias. Las emociones nos informan de que algo importante está sucediendo y el pensamiento nos ayuda a resolver el problema de forma razonada.
La mayoría de las personas hemos sido educadas para que la mente racional sea la que más se desarrolle y la que más tengamos en cuenta, de forma que, en el momento en el que la mente emocional se activa, hacemos cualquier cosa para suprimir aquello que nos intenta comunicar y nos sentimos incómodos con muchas de las cosas que nos transmite. Algo similar ocurre cuando una persona intenta mostrarnos su mente emocional. De ahí que no sepamos muchas veces qué hacer cuando las emociones nuestras o de los demás aparecen.
Existen diferentes tipos de emociones
Las emociones se pueden dividir entre primarias y secundarias. Las emociones primarias son los primeros sentimientos que aparecen cuando nos enfrentamos a alguna situación, es decir, sería nuestra primera reacción. Las emociones secundarias son emociones que actúan tapando a las emociones primarias, por lo tanto, pueden ocasionarnos problemas.
Por ejemplo, podemos imaginarnos a una madre cuyos hijos se acaban de independizar, por lo que siente miedo y mucha tristeza por lo rápido que ha llegado este momento, sin embargo, para ella puede ser difícil identificar y conectar con esas emociones primarias, siendo más fácil sentir y expresar el enfado para eliminar los otros sentimientos que son más dolorosos. De esta manera, cada vez que sus hijos van a visitarla, algo se mueve por su interior molestándole todo lo que dicen o hacen y dirigiéndose a ellos con mucha ira. En este caso, la ira sería la emoción secundaria que está tapando a las emociones primarias, que en este caso serían el miedo y la tristeza.
También podemos encontrarnos con las emociones instrumentales, que son aquellas que se expresan para conseguir algo. Por ejemplo: a través de nuestras experiencias, podemos aprender que cada vez que nos sentimos tristes y lloramos, las personas que nos rodean nos atienden y nos ayudan o que cada vez que nos sentimos enfadados, conseguimos controlar a otras personas. Esto es algo de lo que podemos ser más o menos conscientes. El mayor inconveniente de este tipo de comportamiento es que dan lugar a que las personas hacia las que van dirigidos también reaccionen de manera negativa al percibir cierta manipulación.
De esta manera, podemos clasificar las emociones de distintas maneras, sin embargo, existe una coincidencia entre ellas, es decir, todas las emociones necesitan ser escuchadas y tenidas en cuenta, como vamos a ver más adelante.
Funciones de las emociones
Las emociones forman parte de nuestro día a día y llevan acompañándonos toda nuestra existencia, por lo tanto, algo importante tienen que aportarnos para que continúen en la vida de todos nosotros.
Las emociones son señales que nos transmiten nuestro cuerpo para informarnos de que algo está ocurriendo. Por ejemplo: el miedo nos puede decir que estamos corriendo peligro, la tristeza que hemos perdido algo importante para nosotros, la culpa que hemos podido cometer algún error o herir a alguien, el enfado que ha ocurrido algo que no nos parece bien y la alegría que están saliendo las cosas como nos gusta.
Además, las emociones nos preparan para actuar. Por ejemplo: el miedo permite que reaccionemos para ponernos a salvo y protegernos del peligro, la tristeza nos moviliza para pedir ayuda, la culpa provoca que actuemos para reparar el daño que hayamos podido causar, el enfado nos ayuda a poner límites y a expresar aquello con lo que no estamos de acuerdo y la alegría nos lleva a buscar todo aquello que nos aporta bienestar.
Las emociones, además de ayudar a comunicarnos con nosotros mismos, también nos ayudan a comunicarnos con los demás. Igual que nosotros recibimos señales de nuestras emociones, esas señales también son percibidas por las personas que nos rodean, quienes pueden utilizar esa señal para relacionarse con nosotros teniendo en cuenta la información que le haya proporcionado esa emoción. Por ejemplo: si un ser querido observa que la emoción que nos está acompañando es la tristeza, podría hacer algo para ayudarnos en ese momento.
¿Qué podemos hacer cuando alguien se abre emocionalmente con nosotros?
Como muchas veces hemos podido escuchar, plantear la pregunta de “¿Cómo estás?”, es bastante frecuente, igual de frecuente que escuchar la respuesta “Estoy bien”. En algunas ocasiones la pregunta se realiza con la intención de escuchar que la otra persona se encuentra bien, ya que escuchar otra respuesta, activaría nuestras alarmas al no saber cómo responder. Por lo tanto, para aprender a reaccionar a estas situaciones, el primer punto que tenemos que tener en cuenta es escuchar, escuchar todo lo que la persona nos quiera contar, ofrecerle nuestros oídos y dejarnos llevar interesándonos por lo que nos esté contando.
Tendríamos que acompañar a la otra persona con los sentimientos que nos esté expresando sin hacer nada más, no tenemos que buscar una solución, ni tampoco tenemos que conseguir que se ponga alegre. Si no sabemos cómo ayudarle, antes que lanzar algún consejo al azar, siempre es mejor preguntarle directamente cómo podemos ayudarle. Somos humanos, no adivinos, por lo que no podemos saber qué está pasando por la mente de otra persona.
Pasos a seguir para conocer nuestras emociones
El primer paso sería identificar y reconocer la emoción que estamos sintiendo, utilizar las palabras para describirla, reflexionar sobre qué ha producido esa emoción y analizar qué información está intentando transmitirnos para darle sentido. Seguidamente, un paso fundamental consiste en dejarnos llevar por lo que está provocando en nuestro interior, sintiendo y conectando con esa experiencia emocional. Si esa emoción llega, como hemos visto, es por algún motivo, por lo tanto, nunca va a ser peligroso sentirlo, ya que nos ayudará a entender lo que está ocurriendo y poder actuar.
En caso de que la intensidad de esa emoción sea demasiado alta, este sería el momento para hacer algo que la regule. Para ello, es importante que, antes de actuar de forma inmediata según lo que estamos sintiendo, dediquemos unos minutos a sentir las emociones para entender lo que intentan transmitirnos, además, también podemos dedicar unos minutos a respirar profundamente o relajarnos mientras nos planteamos la pregunta de “¿Qué necesito en estos momentos?”. Identificar y satisfacer las necesidades que hay detrás de nuestras emociones se trata de otro punto imprescindible para poder gestionar adecuadamente nuestras emociones.
Posteriormente, tras haber comprendido y sentido la emoción, si lo vemos conveniente, podríamos dar el paso de expresar nuestras emociones a nuestros seres queridos para compartir nuestros sentimientos con alguien que nos pueda ofrecer su apoyo. En ellos podríamos encontrar una mirada y una voz compasiva que nos ayudaría a sentirnos validados emocionalmente, aspecto que podría incluso reforzar el vínculo con esa persona. Antes de expresarnos, podemos dedicar un tiempo a reflexionar sobre aquello que nos gustaría transmitir, ya que no es necesario compartir todo lo que sentimos.
Todos estos pasos son contrarios a controlar o intentar suprimir una emoción. Esto supondría una lucha constante para hacer desaparecer algo que, nos guste más o menos, va a aparecer, provocando esa lucha nuestro agotamiento. De esta manera, el objetivo principal para establecer una relación sana con nuestras emociones sería aprender a convivir con ellas.
Para conseguir esa relación sana con las emociones, una tarea que suele ser muy útil es escribir una especie de diario emocional. Muchas de las personas que estéis leyendo este post, seguramente, habréis tenido un diario en el que habéis ido escribiendo secretos que solo vosotros conocíais o situaciones que vivíais y que os apetecía “sacar” de vuestro interior. En este caso me refiero a algo parecido. Consistiría en plasmar en ese diario qué ha ocurrido a lo largo de un día y centrarnos, además, en qué cosas se han movido por nuestro interior. Es un ejercicio que puede ser muy útil para poder ver lo que nos ocurre con una perspectiva diferente, reflexionando y analizando lo ocurrido y ayudando a regularnos y a entender algunas de las cosas que nos pasan.
En caso de que la gestión de las emociones se convierta en una actividad cada vez más complicada, iniciar un proceso terapéutico sería otro paso para descubrir qué nos está pasando. Ayudaría a que, mientras se va profundizando en la historia de vida de la persona, se pueda ir dando un significado más saludable a las emociones que han ido acompañándole para que, en el momento en el que vuelvan a aparecer en la actualidad, pueda relacionarse con ellas de un modo más adaptativo.
Estos serían algunos pasos que podrían ayudarnos a adentrarnos en el mundo de las emociones y relacionarnos con ellas desde un lugar en el que se les presta la atención que se merecen. ¿Os atrevéis a ir explorando y conociendo vuestro mundo emocional?
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