Las consecuencias de las etiquetas negativas y positivas

“Eres aburrida”, “Eres estúpida”, “Eres vergonzoso”, “Eres torpe”, “Eres muy débil”, “Eres demasiado ingenua”, “Eres una perdedora” y más y más etiquetas a las que, seguramente, todas y todos nos hayamos enfrentado en algún momento de nuestra vida. Seguro que te habrás preguntado alguna vez en cómo nos afectan las etiquetas.

¿En qué pueden desembocar estos comentarios si se hacen repetidamente? “Soy una aburrida”, “Soy estúpida”, “Soy vergonzoso”, “Soy torpe”, “Soy muy débil”, “Soy demasiado ingenua”, “Soy una perdedora”.

Las etiquetas suelen ser palabras que se lanzan de manera general, tal vez por algún comportamiento que podría estar relacionado con esa etiqueta, pero que podría ser algo puntual que no tiene por qué caracterizar a esa persona.

 Las consecuencias de las etiquetas negativas

Las consecuencias en las que pueden derivar estas etiquetas son múltiples. Podría ocurrir que la persona que recibe ese comentario grabe con fuerza esas palabras en su mente provocando que, algo que en un principio podía ser un comentario aislado, se convierta en algo que le acompaña continuamente. Podría convertirse en algo que defina a esa persona, provocando incluso que termine comportándose atendiendo a esa etiqueta que tanto ha podido marcarle.

Otras repercusiones que pueden tener estas etiquetas sería la aparición de miedo al rechazo, vergüenza por sentirnos insuficientes, culpa por ser diferente, inseguridad, exigencia, miedo a ser juzgados por comportarnos de una forma que no concuerda con nuestra etiqueta, necesidad de convertirnos en una persona con unas características totalmente opuestas a las que nos han dicho que tenemos y un largo etcétera.

Es cierto que, en muchas ocasiones, son palabras que no se dicen con “mala intención “ pero, aun así, pueden ser muy hirientes para la persona que las recibe.

“COMO LAS ETIQUETAS NEGATIVAS SON CONTRAPRODUCENTES, ES MEJOR PONER ETIQUETAS POSITIVAS”

¡FALSO! Este pensamiento nos llevaría a caer en un error. Normalmente, las etiquetas resaltan características que se consideran negativas, afectando así a la confianza en uno mismo y pudiendo influir en la relación con la persona que ha puesto esa etiqueta. No obstante, también podemos encontrar etiquetas que hacen referencia a características positivas, siendo algo que puede limitarnos tanto como las etiquetas negativas. De esta manera, tanto si la etiqueta es positiva como si es negativa, provoca que tendamos a comportarnos conforme a ellas.

Por ejemplo, si etiquetamos a un niño como “inútil”, podría provocar que se vea incapaz de superar obstáculos o de enfrentarse a situaciones cotidianas. Estas dificultades podrían empezar apareciendo en el juego, en el colegio, continuar en el instituto, en las relaciones sociales, seguir en la universidad, a la hora de iniciar relaciones de pareja, en el trabajo, etc., y así acompañarle diariamente provocando consecuencias muy negativas.

Otro ejemplo podría ser cuando etiquetamos a una niña como “responsable”. Esta palabra que puede parecer algo muy simple e incluso podría parecer algo positivo, no obstante, podría desembocar en comportamientos rígidos, perfeccionistas, exigentes y críticos consigo misma, necesitando superarse en distintos contextos de su vida. Esto podría generarle presión, ansiedad, tensión, frustración, etc.

Por lo tanto, sería mucho más conveniente ir dejando a un lado estas etiquetas y permitiendo que sea cada persona quien descubra características que realmente le definan.

Recomendaciones para evitar etiquetar a otras personas

Seguramente todo el mundo hayamos etiquetado a alguien en algún momento (y es probable que se nos siga escapando) pero, ¿nos hemos llegado a parar a pensar en la repercusión que podría tener sobre la otra persona? ¿Realmente conocemos a esa persona como para etiquetarla de esa manera? ¿Qué va a aportar ese comentario? ¿Realmente vamos a conseguir algún cambio poniendo esa etiqueta?

Muchas veces actuamos en piloto automático y nos sentimos bien prediciendo comportamientos o actitudes de las personas que nos rodean, tenemos esa necesidad de encontrar una razón a por qué se ha podido comportar de esa manera. Realmente no pasa nada si hacemos interpretaciones internas de lo que vemos, eso es muy distinto a dar por hecho que esa persona es de esa forma, emitiéndolo además en voz alta. Seguramente sí que haya un motivo por el que esa persona se ha comportado de ese modo, pero el motivo verdadero no lo conoce nadie más.

¿Qué hacer con las etiquetas que nos ponen los demás?

Ninguna persona conoce qué situación puede estar atravesando otra persona, por eso es tan importante tener cuidado con dar por hecho algo que en realidad desconocemos.

Como conclusión añadiría que, NO, no eres aquello que esa etiqueta dice de ti. Nadie mejor que tú conoce realmente cómo eres y qué etiquetas sí que te caracterizan. Puede que, en algún momento te comportes atendiendo a alguna de las etiquetas que te han puesto a lo largo de tu vida, pero no tiene por qué ser algo característico en ti.

Por lo tanto, te invito a reflexionar qué etiquetas conforman tu autoconcepto. ¿Con cuáles de ellas no te identificas? ¿Con qué te quedarías?  ¿Cuáles podrían modificarse?  ¿Con qué estarías de acuerdo? ¿En qué momentos de tu vida te han etiquetado de esa manera? ¿Cómo te ha influido? ¿Qué parte de realidad tienen esas etiquetas?

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